domingo, 10 de septiembre de 2017

Gracias por tu aportación

Como la mayoría de ustedes saben, en mis ratos libres soy muy de escribir. Además de las letras que a veces derramo en este blog, he escrito un par de libros, y estoy inmerso en un tercero.
Realmente, escribir una novela, no es otra cosa que compartir otras vidas… huir despavorido por un rato de la tuya, que a veces te estresa hasta un punto que llega a dolerte… que se te hace insoportable.
Cuando escribo una novela, me meto a ratos en cada uno de mis personajes y vivo por ellos… Sólo eso… por un rato. Cada uno de ellos ha existido en mi vida real… son personas con cuerpos y rostros concretos, que tomé prestados de entre mis conocidos. Cualquiera de ellos puede encarnarlos. Quizá duran un tiempo, siendo el personaje que elijo que sean, hasta que aparece otra persona con la que me cruzo, y se adapta mejor a éste, por lo que asume su identidad.
Cuando ocurre esto… que cambio la cara de mi personaje, me siento un poco autor de una infidelidad… Es entonces cuando me obligo a despertarme del sueño de mi novela, para tranquilizar mi conciencia. También me tranquiliza el saber, que si alguna vez te cruzaste conmigo... me dirigiste la palabra o formaste parte de mi vida, en modo alguno; es muy probable, que aunque únicamente fuese por un rato… hayas formado parte de mis novelas.

Gracias por todo lo que me aportaste.

domingo, 2 de julio de 2017

Esa socia silenciosa.

    Hoy quiero sentir como mi vieja pluma rasga las hojas con su afilado plumín… compañera en mil batallas, hermana  de sangre en mis sueños…  que siempre me tuvo presente y me invitó a  compartir sus historias… y generosamente me hizo parte de ellas.
Percibir como se funden las palabras en ese papel… que era virgen hasta conocerla, y que ahora se siente completo, gracias a  esa tinta sobre él derramada…  a esa tinta que lo abriga.
 Después de mucho tiempo la esgrimo otra vez… como el soldado que esgrime su espada en el frente… como el viejo amigo con el que te encuentras e intercambias historias, sujetando una copa.  Y  me mira en silencio… sin decir nada me pregunta por nuestros proyectos… tantas historias que empezamos juntos… demasiadas… que no terminamos nunca… y que nos gritan… como todo lo inconcluso. Ella me hiere con su silencio… pero continúa derramando tinta como el primer día… cuando nos conocimos… y nos prometimos fidelidad. Por ella parecen no haber pasado los años… ni haber vivido ni un ápice del dolor con que la vida nos azota sin piedad. Mi vieja pluma no es consciente de cuanto duele el tiempo.
Quisiera ser como tú… amiga… compañera. Y con tu ayuda lo conseguiré… juntos no tardaremos en volver a escribir… a recuperar el tiempo perdido… Sólo dame una tregua, fiel pluma… Pronto volveré… Te lo prometo .

lunes, 22 de mayo de 2017

Mi primer automóvil


A veces no damos valor a lo vivido... Tan solo el presente y lo venidero nos preocupa. Los recuerdos no los catalogamos como lo que son... algo valioso... La raíz de nuestra esencia... El sustento del cansado árbol que es nuestra existencia.

La maqueta de este coche, que mi mejor amigo… de manera artesanal... quemando mucho de su poco tiempo libre, obviando que le ardieran los ojos por el esfuerzo de colocar las diminutas piezas que lo componen, con el admirable acierto que lo hizo; envenenado con la ilusión de ofrecérmelo y así verme embargado de emoción… Porque sabe cuánto significó ese automóvil para mí y la historia de mi vida… de mi juventud lejana, a la que mirando esa réplica que él se aseguró de calcar de aquel original, no puedo evitar volver a aquel entonces por unos instantes, que trato de prolongar  sumido en un dulce episodio de paramnesia, comenzando a saltar, como luces que se encienden, los más dulces recuerdos de mi juventud.

Recordé que fue ése el templo donde, asiendo el volante muy fuerte, experimenté por primera vez la libertad… La autonomía.

En aquel viejo Volkswagen encontraba siempre la sonrisa de mi tío, al que quise siempre tanto, y que me cedió aquel coche, cargado también con sus recuerdos… generosamente… Tal como un legado muy especial que se hace a alguien  que estás seguro que lo sabe apreciar.

Dentro de su forma ovalada, descubrí que el mundo era grande y que no tenía límites… y que una mujer podía ser tu compañera  para toda la vida.

Quemé muchas ruedas con aquel cansado automóvil… Y a pesar de que  viajaba a lomos de tan senil compañero, las carreteras me llevaron a lugares a los que, en mi juventud, jamás sospeché que podría llegar.
Sí… Ese coche me hizo sentirme importante por primera vez… y me dio el empuje necesario para estrenar esas alas que hasta entonces sentía atrofiadas.

Por eso amigo, no sabes cuánto te agradezco este regalo… o mejor dicho… tú, mejor que nadie lo sabes.  Porque sólo un amigo como tú sería capaz de hacerme un regalo tan valioso… impagable.


jueves, 26 de enero de 2017

Sus ojos

Tus ojos… Me enamoraron  hace muchos años… pero muchos…  Quizá demasiados para el recuerdo, pero imborrables jamás para el corazón. Tampoco la ilusión se ha velado nunca en ellos. A pesar de que nuestra vida… como cualquier vida, nunca es entera un caminar entre nubes y siempre surgen zancadillas y heridas, unas veces superables y otras que cuestan más cargar a la espalda para seguir caminando… con una mochila cada vez más pesada.
Pero no es tu caso… no es el caso de  esos ojos de los que me enamoré,  a los que el tiempo y los reveses no consiguieron menguar su brillo.
Fuiste capaz de caminar siempre… de mantener el rumbo… a pesar que a veces fui ese lastre que no te facilitó las cosas. Pero no… Tú no desististe… me agarraste fuerte de la mano y tiraste de mí en mis peores momentos, consiguiendo contagiarme tu optimismo y hacerme volar junto a ti…
Hoy no es tu santo… ni nuestro aniversario. No hay nada que festejar señalado en nuestro calendario. Simplemente me apetece darte las gracias… Gracias porque sigues junto a mi… porque lo haces todo fácil y porque me aportas todo aquello de lo que carezco.

Gracias por tirar de nuestro carro… Por tener el coraje de no detener tu vuelo ante nada y permitirme volar contigo. Gracias por estar ahí… por haberme levantado siempre… cada vez que caí, obviando el riesgo haber caído conmigo.