sábado, 30 de agosto de 2014

Hombres de mar

Amanecía. Un sol tímido, pero no por ello menos arrogante, se asomaba desde donde acaba el mar.
Olía a sal... a marismo.
Un grupo de incansables gaviotas danzaban en derredor de un punto, en la azul inmensidad de aquella parcela de Mediterráneo.
Un anciano y cuatro jóvenes pescadores tiraban de un copo. El viejo, con una colilla  que le bailaba entre los labios ajados por la acritud de la mar, animaba a sus compañeros, voceando grave, maldiciendo su falta de fuerza… que los años apagaran su espíritu.
Los otros... guardando silencio... ahorrando las energías que ya les venían escasas... con aspecto fatigado, con ojos de vigilia.
El mar sonaba sereno... en paz... como sólo él sabe hacerlo cuando quiere. La espuma de unas olas pequeñas, casi transparente adornaba las orillas.
Los pescadores, extenuados, seguían a lo suyo... a su labor... Intentando robar a la mar algo de su fruto. Para saciar el hambre a sus familias, para saldar aquel día con alguna victoria, y no ofrecer, como otros muchos, tan sólo un ramillete de ilusiones a esas mujeres que aguardaban cansadas, pero jamás vencidas, a aquellos maridos que las convirtieron en soñadoras, a fuerza de soñar ellos mismos con esos días...días en que el caudal de peces casi reventara sus redes... Con que la vida les sonriera muy de vez en cuando, allí, cerca del mar... como siempre habían vivido... Ejerciendo de pescadores... como lo fueron sus padres años atrás, quizá con mejor suerte... cuando la mar era más caritativa.
Pero ellos siguen y siguen. Y al final, cuando la red emerge de entre el eterno azul; el anciano arroja su colilla con la ira de un hombre frustrado, y el resto de la cuadrilla enjuaga sus manos en las cortas lenguas de las olas. Sintiendo el escozor en las llagas de sus palmas, resecas y toscas, heridas por su bregar sin tregua.
Hoy el mar tampoco tuvo a bien ofrecerles nada. Es ya una larga semana la que ha pasado sin recibir jornal alguno de sus arcas.
Saben que ya es tarde... pero, siquiera por un momento pasea por la mente de todos ellos dar la espalda a ese mar, que egoísta, no sacia sus necesidades.

El anciano, llora con la impotencia de quién vivió siempre equivocado... Sumiso ante el peor de los señores... ese Mediterráneo, que lo vio envejecer y que no le otorgó ni tan siquiera una jubilación digna. Todo es más frustrante aún para él. Porque aleccionó a sus hijos en sus creencias, que al final no fueron más que errores.
Hasta el mar, que con su hermosura embriaga, termina siendo una gran mentira más, de las muchas que nos reserva la vida.


martes, 26 de agosto de 2014

Cuando todo se acaba

Estoy perdido... Me siento solo y desamparado.
Hace mucho tiempo atrás, cuando mi vocación de escritor no conocía más tecnología que plasmar mis dictados del alma en un cuaderno, encontré, navegando por internet, (como antes se decía),esa Plataforma que ahora me hace sentir huérfano, y me dio la oportunidad de olvidar aquella vieja y entrañable libreta, para compartir mis letras en su Casa, con ese montón de hermanos que fui conociendo poco a poco, y que tan especiales vínculos nos unen a día de hoy, y más que nunca ahora, cuando La Comunidad del País cierra sus puertas y nos desahucia, nos deja en la fría calle con el dolor y la incertidumbre de la posibilidad de perder parte de nuestro pasado, que confiamos a nuestros posts, y la relación con muchos de nuestros amigos, que convivían con nosotros entre sus virtuales muros.
Afortunadamente en la vida y detrás de los monitores, en nuestro caso, siempre hay personas que no se resignan a sucumbir a los intereses materiales de las empresas o instituciones por poderosas que éstas sean, y defienden su causa con mucho más ahínco cuando el corazón está por medio.
Por eso, no puedo hacer menos que darte las gracias, Carisdul… María, por haber tratado, con éxito, de mantenernos a todos unidos, a estos hermanos adoptivos que somos, tal como hace una hermana mayor cuando hay una crisis en la familia.
A la Comunidad El País, también he de agradecerle el haberme acogido todos estos años, y sobre todo, haberme permitido compartirlos con todos esos hermanos que antes he mencionado, que tanta compañía me han ofrecido, y tan buenos ratos me han hecho pasar leyendo sus comentarios.
La única lástima es que nos quedemos en la calle… Qué le vamos a hacer… Quizá se nos pudo despedir con más estilo, pero gracias, de cualquier manera.
Amig@s, los que tanto compartisteis conmigo; me hice un nuevo blog aquí, porque veo que casi tod@s andáis cerca.
Un abrazo… y espero que no dejemos de vernos.